Las ciudades constituyen hoy en día un espacio fuertemente urbanizado en el que, a nivel mundial, viven y desarrollan sus actividades de trabajo y ocio más del 50% de la población. Se trata por tanto de un “ecosistema” singular creado por el hombre y en el que, no obstante, se han adaptado a sobrevivir una sorprendente variedad de especies animales y vegetales.
En términos generales, esta biodiversidad se puede considerar beneficiosa, en tanto en cuanto es un elemento clave del ecosistema urbano que aporta variedad biológica (biodiversidad) y calidad de vida a los ciudadanos. La presencia del notable número de aves que cohabitan con nosotros a menudo en nuestras ciudades es la consecuencia directa de un rico patrimonio verde, que mejora la salud ambiental de la ciudad y la embellece. En este sentido, la existencia de aves y su diversidad podría considerarse como un “indicador de calidad ambiental”. Conocer, respetar y cuidar nuestra fauna y flora constituye, por tanto, un beneficio, una responsabilidad y un deber como ciudadanos.
Sin embargo, en este escenario singular se producen en ocasiones situaciones
sorprendentes de adaptación y proliferación; es el caso de ciertos animales que podrían llegar a devenir en plaga. Por ello, es fundamental fomentar el conocimiento de la biología y hábitat de estos animales, promover el adecuado diseño y mantenimiento diligente de nuestros espacios urbanos y edificaciones, así como evitar determinados comportamientos; de esta manera, se limitan los factores que pudieran inducir la reproducción excesiva de esas poblaciones animales.